Mi calle, o más bien mis calles son de esas de las que no han sido olvidadas por dios. Son bien pinche pintorescas, tanto así que cuando alguien viene dice ¿Qué pedo con tu pueblo?
Hay dos tortillerías; dos papelerías; tres tiendas, dos recauderías y cuatro pollerías. En restaurante pequeño o café, de a como lo quieran ver; una cremería, una paletería, una tlapalería, un café interné (por aquello de la chava que aitende) y una pizzería (en la que el pízzero es joyero). Dos carnicerías y una tienda de medias.
De lo que es más rifado, es uno de los carniceros. Se llama Fernando y es la pura onda, sobretodo cuando me hace preguntas insidiosas acerca de mi dhoti y porqué lo uso. ¡Eso que ni qué! Es re amable y te atiende haaaartamente bien.
La otra persona, es Doña Concha... Bueno es que Doña Concha es toda una eminencia en mi calle. Es una señora de edad más mal hablada y argüendera que yo, mis papás y mi abuela juntos.
Tanto así que hace un drama, mienta madres y todo aquello posible si el chofer del pesero le cobra demás a las seis de la mañana cuando va a dejar a su nieto a la escuela. La verdad es poca madre. Vende gelatinas, tamales y flanes en la noche.
Y claro Abraham... el de la recaudería de a un lado de mi casa. Siempre pregunta por Ricci, y siempre me cobra de más, y me da lo que su chingada gana se le da, nunca lo que le pido. Yo no sé por qué sigo comprándole.
No me cae bien Ximena Sariñana, pero sus canciones me empiezan a gustar.
Y claro... ¡Marce! Es la que atiende una de las tiendas, a la que le compro mi cigarros. Es bien chévere, re chispa; bueno no, es de esas chavas que se empeñan en pasar desapercibidas pero a mí me cae bien. Sobretodo desde el otro día que se tiñó el cabello de rojo y le dije que porqué el cambio. Creo que todavía no asimila que me fijé en su cabello.
Hay dos tortillerías; dos papelerías; tres tiendas, dos recauderías y cuatro pollerías. En restaurante pequeño o café, de a como lo quieran ver; una cremería, una paletería, una tlapalería, un café interné (por aquello de la chava que aitende) y una pizzería (en la que el pízzero es joyero). Dos carnicerías y una tienda de medias.
De lo que es más rifado, es uno de los carniceros. Se llama Fernando y es la pura onda, sobretodo cuando me hace preguntas insidiosas acerca de mi dhoti y porqué lo uso. ¡Eso que ni qué! Es re amable y te atiende haaaartamente bien.
La otra persona, es Doña Concha... Bueno es que Doña Concha es toda una eminencia en mi calle. Es una señora de edad más mal hablada y argüendera que yo, mis papás y mi abuela juntos.
Tanto así que hace un drama, mienta madres y todo aquello posible si el chofer del pesero le cobra demás a las seis de la mañana cuando va a dejar a su nieto a la escuela. La verdad es poca madre. Vende gelatinas, tamales y flanes en la noche.
Y claro Abraham... el de la recaudería de a un lado de mi casa. Siempre pregunta por Ricci, y siempre me cobra de más, y me da lo que su chingada gana se le da, nunca lo que le pido. Yo no sé por qué sigo comprándole.
No me cae bien Ximena Sariñana, pero sus canciones me empiezan a gustar.
Y claro... ¡Marce! Es la que atiende una de las tiendas, a la que le compro mi cigarros. Es bien chévere, re chispa; bueno no, es de esas chavas que se empeñan en pasar desapercibidas pero a mí me cae bien. Sobretodo desde el otro día que se tiñó el cabello de rojo y le dije que porqué el cambio. Creo que todavía no asimila que me fijé en su cabello.
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