¿Qué dijjeron? De seguro Neta ya se ha olvidado de nosotros snifff sniffff...
¡Pues no! Lo que pasa es que he tenido muchas cosas que hacer y no me había dado tiempo de sentarme a escribirles las pendejadas que les iba a contar desde hace mucho. No, la neta es que ha hecho mucho frío como para que yo pueda teclear tantas cosas interesantes.
¡Pero se acabó eso del frío! Bueno no, pero ando feliz y contento.
Entonces... Digamos que llegamos a Guanajuato con una pedísima encima de esas que ni Dios padre redentor con la virgen María y el Santo Niño de Atocha te pueden curar. Llegamos al cerro del cubilete y el desayuno estuvo del asco... Daniel, Naye y yo ni comimos. De ahí a la ciudá, llegamos y tomamos taxis al centro; por poco pierdo mi mochila de no ser que un chavo, Christian, se apiado de ella, la bajó del taxi y se la dio a Daniel.
En eso el destino y las estrellas y los cometas conspiraron contra nosotros. Al mismo momento que nosotros (Alde, Fernanda, Naye y yo) nos bajamos de un taxi en chinga loca porque el chofer se había estacionado en un lugar prohibido, Fernanda aventó la mochila de Daniel que traía tres botellas y se hacía añicos una botella de Kahlúa; Daniel se bajaba del taxi en el que iban él, Paola y Rafa, y como sentía que traía algo en las manos, que olvida su maleta en el taxi. (¿Y luego por qué te decimos imbécil Daniel?)
Hasta ahí íbamos 1 a 1 Daniel, Fernanda y yo. Llegamos a la casa donde nos hospedamos y resulta que la dueña nos empezó a leer la cartilla, pero mamón. No pueden beber dentro de los cuartos, ni afuera, ni pueden fumar dentro y no... y no... ¡Peor que mi madre! Total que hasta ahí íbamos como que "bueno, qué más nos puede pasar".
Rafa rompió una maceta en la noche porque se iba a meter un santo madrazo y alcanzó a pegarle a la base de la maceta. Al otro día la ñora le andaba haciendo pedo y cuestionando a Nayeli que si ella había sido la que rompió su maceta.
Naye y yo acabamos hablando como regios (pese que a mí me cagaban [pero ya no, gracias a Laura, Javier y Caro] por mamones, alzados y creídos).
De ahí en adelante, no queda mucho que decir. conocimos gente chida de diversos lugares, como Laura: una regia poca su madre, que iba con su hermano y un amigo; Yazmín (con y, z y acento en la i) que estudia comunicación en otra FES; Caro, una regia que chinguesumadre se lanzó sola al Cervantino y que es la onda; las chicas buena ooooonda: Monse, Ivonne, y las que no recuerdo sus nombres que nos han dejado tres frases célebres que figurarán entre mis etiquetas y ya estamos ideando un premio por ellas: ¡Es la ooooonda! ¡Antioooooonda! y Retroceso e Inestabilidad. También conocimos a un chavo de Economía, Christian, que mis respetos, el cabrón se lanzó solo así nada más con su alma hasta allá pero, acabó chupando con nosotros; y una cantidad más de gente que no es que sea ojete y no quiera mencionar pero los dedos se me acalambran.
Con todos ellos terminamos armando peda el sábado por la noche regresando de un antro de pueblo (que no parecía antro pitero de pueblo) y acabamos no hasta nuestra madre, pero sí bastante mal. Y de lo mejor... en un balcón dos niñitos enmascarados como luchadores dando función mientras una niña les echaba aguas y otra más pequeña que ellos dos, le hacía de réferi; hasta que salió su madre, los aventó dentro de la estancia, nos mandó a chingar a nuestra madre y nos cerró el balcón. También un niño como de siete años que iba por la calle de la mano de su má a un lado de su pá coreando... Chichis pa'la banda, Chichis pa'la banda... hasta que su má volteó y lo regañó y el niño sin articular sonido seguía cantando y bailando.
Haciendo recuento: fuimos a muchas de las plazas de Guanajuato, vimos obras de teatro callejero, escuchamos bandas y grupos que se presentaban por aquí y por allá, conocimos los principales atractivos turísticos de la ciudá, comimos en el mercado que es la pura onda el lugar, conocimos y convivimos con gente desconocida que ahora son más que conocidos, echamos desmadre por los callejones de Guanajuato, tomamos fotos de todo y de pendejadas y de cosas interesantes y grabamos... (tan sólo decir que son como 600 fotos); en fin, cantidad de cosas que la neta, no caben en un simple post pero que no pienso escribir en más de uno.
Daniel se lleva el premio honorífico inexistente ante el hecho de haber perdido su maleta y no obstante, hacer el ridículo durante 20 minutos en la Plaza Roque con una compañía de teatro callejero. Con miras de regresar el próximo año (invitación implícita aquí a todos aquellos que lo lean) puede que con Roberto esperando encontrar a algunos de los que conocimos en esta la 36° edición del Festival Internacional Cervantino. Puedo decir que estuvo chévere, que fue la oooooonda, que Cervantino rocks! y que ha sido tan guanajuatizante el asunto que ¡Bueno!
Por cierto, Naye y yo ya estabamos a punto de chillar cuando nos encontramos arrastrando nuestras existencias (y nuestras maletas) por la avenida Juárez con rumbo de la central, mientras repicaban campanas y lanzaban fuegos artificiales. ¿Cómo puedes encariñarte en tres días con una ciudad? En definitiva me podía quedar (un par de meses cuando mucho) en Guanajuato.
Y como me preguntó mi má, sí aprendí más de mí mismo, de mis amigos, de la ciudad, del medio millón de personas que asistieron al festival y así. Así que el próximo año no lo duden y láncense (con nosotros mejor, que nos la chevereamos) a la 37° Edición del FIC.
¡Pues no! Lo que pasa es que he tenido muchas cosas que hacer y no me había dado tiempo de sentarme a escribirles las pendejadas que les iba a contar desde hace mucho. No, la neta es que ha hecho mucho frío como para que yo pueda teclear tantas cosas interesantes.
¡Pero se acabó eso del frío! Bueno no, pero ando feliz y contento.
Entonces... Digamos que llegamos a Guanajuato con una pedísima encima de esas que ni Dios padre redentor con la virgen María y el Santo Niño de Atocha te pueden curar. Llegamos al cerro del cubilete y el desayuno estuvo del asco... Daniel, Naye y yo ni comimos. De ahí a la ciudá, llegamos y tomamos taxis al centro; por poco pierdo mi mochila de no ser que un chavo, Christian, se apiado de ella, la bajó del taxi y se la dio a Daniel.
En eso el destino y las estrellas y los cometas conspiraron contra nosotros. Al mismo momento que nosotros (Alde, Fernanda, Naye y yo) nos bajamos de un taxi en chinga loca porque el chofer se había estacionado en un lugar prohibido, Fernanda aventó la mochila de Daniel que traía tres botellas y se hacía añicos una botella de Kahlúa; Daniel se bajaba del taxi en el que iban él, Paola y Rafa, y como sentía que traía algo en las manos, que olvida su maleta en el taxi. (¿Y luego por qué te decimos imbécil Daniel?)
Hasta ahí íbamos 1 a 1 Daniel, Fernanda y yo. Llegamos a la casa donde nos hospedamos y resulta que la dueña nos empezó a leer la cartilla, pero mamón. No pueden beber dentro de los cuartos, ni afuera, ni pueden fumar dentro y no... y no... ¡Peor que mi madre! Total que hasta ahí íbamos como que "bueno, qué más nos puede pasar".
Rafa rompió una maceta en la noche porque se iba a meter un santo madrazo y alcanzó a pegarle a la base de la maceta. Al otro día la ñora le andaba haciendo pedo y cuestionando a Nayeli que si ella había sido la que rompió su maceta.
Naye y yo acabamos hablando como regios (pese que a mí me cagaban [pero ya no, gracias a Laura, Javier y Caro] por mamones, alzados y creídos).
De ahí en adelante, no queda mucho que decir. conocimos gente chida de diversos lugares, como Laura: una regia poca su madre, que iba con su hermano y un amigo; Yazmín (con y, z y acento en la i) que estudia comunicación en otra FES; Caro, una regia que chinguesumadre se lanzó sola al Cervantino y que es la onda; las chicas buena ooooonda: Monse, Ivonne, y las que no recuerdo sus nombres que nos han dejado tres frases célebres que figurarán entre mis etiquetas y ya estamos ideando un premio por ellas: ¡Es la ooooonda! ¡Antioooooonda! y Retroceso e Inestabilidad. También conocimos a un chavo de Economía, Christian, que mis respetos, el cabrón se lanzó solo así nada más con su alma hasta allá pero, acabó chupando con nosotros; y una cantidad más de gente que no es que sea ojete y no quiera mencionar pero los dedos se me acalambran.
Con todos ellos terminamos armando peda el sábado por la noche regresando de un antro de pueblo (que no parecía antro pitero de pueblo) y acabamos no hasta nuestra madre, pero sí bastante mal. Y de lo mejor... en un balcón dos niñitos enmascarados como luchadores dando función mientras una niña les echaba aguas y otra más pequeña que ellos dos, le hacía de réferi; hasta que salió su madre, los aventó dentro de la estancia, nos mandó a chingar a nuestra madre y nos cerró el balcón. También un niño como de siete años que iba por la calle de la mano de su má a un lado de su pá coreando... Chichis pa'la banda, Chichis pa'la banda... hasta que su má volteó y lo regañó y el niño sin articular sonido seguía cantando y bailando.
Haciendo recuento: fuimos a muchas de las plazas de Guanajuato, vimos obras de teatro callejero, escuchamos bandas y grupos que se presentaban por aquí y por allá, conocimos los principales atractivos turísticos de la ciudá, comimos en el mercado que es la pura onda el lugar, conocimos y convivimos con gente desconocida que ahora son más que conocidos, echamos desmadre por los callejones de Guanajuato, tomamos fotos de todo y de pendejadas y de cosas interesantes y grabamos... (tan sólo decir que son como 600 fotos); en fin, cantidad de cosas que la neta, no caben en un simple post pero que no pienso escribir en más de uno.
Daniel se lleva el premio honorífico inexistente ante el hecho de haber perdido su maleta y no obstante, hacer el ridículo durante 20 minutos en la Plaza Roque con una compañía de teatro callejero. Con miras de regresar el próximo año (invitación implícita aquí a todos aquellos que lo lean) puede que con Roberto esperando encontrar a algunos de los que conocimos en esta la 36° edición del Festival Internacional Cervantino. Puedo decir que estuvo chévere, que fue la oooooonda, que Cervantino rocks! y que ha sido tan guanajuatizante el asunto que ¡Bueno!
Por cierto, Naye y yo ya estabamos a punto de chillar cuando nos encontramos arrastrando nuestras existencias (y nuestras maletas) por la avenida Juárez con rumbo de la central, mientras repicaban campanas y lanzaban fuegos artificiales. ¿Cómo puedes encariñarte en tres días con una ciudad? En definitiva me podía quedar (un par de meses cuando mucho) en Guanajuato.
Y como me preguntó mi má, sí aprendí más de mí mismo, de mis amigos, de la ciudad, del medio millón de personas que asistieron al festival y así. Así que el próximo año no lo duden y láncense (con nosotros mejor, que nos la chevereamos) a la 37° Edición del FIC.