jueves, 9 de julio de 2009

Tratando del amor…

(Este no es un post precisamente, es una carta que escribí hace tiempo para toda la gente que quiero y aprecio. Se aceptan disertaciones sociales, mentadas de madre, comentarios que parecen posts en sí, pero por favor, ahora sí lo pido… si lo lees, coméntame algo… )

Comenzaré por definirlo:

El amor es una serie de procesos neuroquímicos de esos que no tenemos ni puta idea de para qué sirven, de qué chingados son realmente, así como no conocemos el porqué dios padre todopoderoso los incluyó en nuestros organismos como se incluyen las pensiones vitalicias a ex presidentes en el paquete fiscal año tras año.

Bajo estas definiciones el amor es más allá de, semejante pendejada dicha más de una vez, un cosquilleo en el estómago comúnmente asimilado al aleteo de mariposas (Que yo siempre me he preguntado si alguien puede tragar a una mariposa y ella seguirá aleteando dentro del cuerpo humano, así como si uno puede tragar más de una mariposa).

Si por sentimiento entendemos un estado del ánimo producido por causas que impresionan vivamente… No existe el amor a primera vista (que más bien son chingaderas para no decir me lo quiero coger), sino una atracción explicable solamente por el proceso neuroquímico, liberación de feromonas que son sensaciones percibidas…

Todo esto nos regresa a nuestra parte animal (la soberbia parece haberla borrado) que sin duda alguna muchos de los hombres y mujeres actuales reflejan en su pensamiento. Nunca hemos dejado de ser animales, únicamente nos volvimos animales conscientes de nuestras acciones (aunque se esfuercen muchas veces en demostrar lo contrario).

A su vez, es un sentimiento que por definición etimológica (¿O acaso no aprendieron nada durante su bachillerato?) de la palabra significa sin muerte, por lo que se considera todo aquello que te aleje de la muerte o por contraposición, que te haga sentir vivo. Es en este punto donde la definición realza nuestro status de humanos. Gozamos de comprensión (chingón que algunos no lo manifiesten) y de sensibilidad más allá de un estímulo-respuesta. Comprendemos las artes, percibimos sensaciones a través de ellas que hacen fluctuar nuestro estado de ánimo y nos deleitamos con ello.

Por ello le damos a aquello que amamos un afecto, lo que conlleva a que nos provoque un deseo al ser apetecido (no de esa manera sucia que has concebido en tu mente disoluta). Ello nos infunde e inspira a realizar, a crear, a imaginar…

Si hasta este momento no te has identificado con lo que he escrito, pues a ti simplemente te late el corazón más rápido de lo normal, te sudan las manos, balbuceas, tienes nauseas, o alguna conmoción somática te propongo nos dejemos de idioteces; deja de leer.

Y no es que te tome por imbécil (que seguramente es la palabra más adecuada para describirte) pero gozas del beneficio de la duda, pero lo más probable es que no sepas distinguir entre la emoción y el sentimiento. Todo te emociona seguramente, pese a no entender el porqué.

Pero, el amor también se puede definir como un sentimiento que parte de la propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser: hablaríamos de pasión.

Pasión, viene de padecer que significa sufrir algo nocivo o desventajoso. Es una necesidad de encontrar en otro lo que no podemos encontrar en nosotros mismo. Es en virtud de la humildad (palabra desconocida por muchos más aún), que reconoce que tenemos limitaciones y debilidades (¿O acaso sí eres muy chingón?)

Como humanos, mantenemos un equilibrio entre cuerpo, mente y alma. Por esto entenderás (porque pedirte comprensión podría ser mucho) de nuestro organismo, de nuestro pensamiento y de nuestro ánimo. (No me dirás que no tienes alma, que de ser así te consideraré un completo animal) Empero la soberbia, la altivez, nos hacen desconocer nuestras debilidades por diversas razones (entre ellas la estupidez) que no son el objeto de este tratado.

Por ello, al amar somos objeto de la sumisión. Nos hemos de dejar someter y por ende suplicamos y rogamos al poseedor de nuestro afecto.

(Aquí comienza lo divertido) ¿Quién, por consecuente, dijo que el amor es recíproco? Desear que el poseedor de nuestro afecto, de nuestro amor, nos corresponda de igual manera… ¿Es posible? No podemos responder con seguridad a un pensamiento ajeno al nuestro y sin saberlo con certeza es (por demás) idiota tener la esperanza de que sucederá. Y sin esperanza no hay ilusión.

No podemos considerarlo como un yerro; pues no corresponder de igual manera después de lo explicado anteriormente, no es un asunto de ignorancia o malicia (pese a que algunos hijos de la chingada lo hagan). Nuestras desavenencias amorosas no son responsabilidad más que de nosotros mismos y no nos permite imputar culpas.

Siendo desamor o simplemente mal de amores, dicen que la distancia es el olvido. Y yo no lo sé de falso al día de hoy. Pues el alejamiento conlleva al desapego, al cese del afecto que se tenía; al olvido.

De lograrlo, sólo queda el recuerdo; en la memoria de lo que ha pasado. No hay que añorarlo, pues la pena conlleva a la angustia, a la aflicción, a la tristeza y por ende a la melancolía. No vale la pena la nostalgia, no por el recuerdo de un amor perdido.

Por eso el amor es gloria, por majestuoso, magnificente. Lúcido, el amor resplandece cuando es real y es para los amorosos algo sublime.

El amor es una virtud, la fuerza de las cosas para producir efectos; da fuerza, vigor y valor. La virtud a encontrar a falta de ella misma, cuando se posee a la vez; a encontrar en una persona, en un libro, en un momento y más importante, dentro de cada uno.

Sin lugar a dudas con amor…

Alberto De Ávila.

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