Pues como imaginarán (y si no... ya se los cuento), mi maestra de Entrevista, que me manda a la marcha Iluminemos México. Yo pensaba ir de cualquier manera.
Me vi en el centro desde horas antes con Iván, y como no es el tema de esta entrada, a eso de las 17 horas llegamos al ángel de la independencia. Había reunidas ya demasiadas personas que comenzaron a marchar, media hora después.
Me vi en el centro desde horas antes con Iván, y como no es el tema de esta entrada, a eso de las 17 horas llegamos al ángel de la independencia. Había reunidas ya demasiadas personas que comenzaron a marchar, media hora después.
Había quedado con Zenit de ir con él. Quedamos de vernos a las 17:30 en el metro Sevilla, entonces fui con Iván al metro Insurgentes y yo regresé a Sevilla. Zenit no llegó; le marqué, se le había olvidado que me vería. Pfff.
Si no era ya impresionante la cantidad de gente que vi en la glorieta del ángel... Cientos de personas salían de blanco del convoy del metro en Insugentes. ¡Es el más cercano! Fue la explicación lógica que encontré al segundo. Pero, no era así. En Sevilla sucedía lo mismo.
Salí del metro Sevilla rodeado de una multitud tremenda. Y me dí cuenta, hasta ese momento, de la magnitud del problema. Sobre Sevilla caminé mientras decenas de personas llegaban por todas calles con un mismo rumbo, el ángel de la independencia.
Regresé al ángel, donde comenzaba llover. La gente compraba impermeables. (¿En qué pinche cabeza entraba la puta idea de comprar un impermeable azul o amarillo en una marcha donde se pidió asistieras de BLANCO?) El Paseo de la Reforma se convirtió en un río de paraguas, de impermeables. Los más sensatos, compraban paraguas blancos. (¡Porque la vendímia se puso cabrona! Impermeables, paraguas, playeras... hasta de esos sellitos que te ponen en las mejillas.)
No me quedaba de otra, tenía que entrevistarme con algunos de los asistentes. La verdad me vi renuante ante tal tarea... había no mucha gente, sino un re contra chinguísimo de gente. Empecé a bajar la escalinata de la glorieta para darme cuenta de lo triste y lamentable de la situación. Historias desgarradoras donde familiares pedían siquiera el cuerpo de su familiar. Cuántas historias de asaltos, de robos. Una vibra de miedo terrible.
Si no era ya impresionante la cantidad de gente que vi en la glorieta del ángel... Cientos de personas salían de blanco del convoy del metro en Insugentes. ¡Es el más cercano! Fue la explicación lógica que encontré al segundo. Pero, no era así. En Sevilla sucedía lo mismo.
Salí del metro Sevilla rodeado de una multitud tremenda. Y me dí cuenta, hasta ese momento, de la magnitud del problema. Sobre Sevilla caminé mientras decenas de personas llegaban por todas calles con un mismo rumbo, el ángel de la independencia.
Regresé al ángel, donde comenzaba llover. La gente compraba impermeables. (¿En qué pinche cabeza entraba la puta idea de comprar un impermeable azul o amarillo en una marcha donde se pidió asistieras de BLANCO?) El Paseo de la Reforma se convirtió en un río de paraguas, de impermeables. Los más sensatos, compraban paraguas blancos. (¡Porque la vendímia se puso cabrona! Impermeables, paraguas, playeras... hasta de esos sellitos que te ponen en las mejillas.)
No me quedaba de otra, tenía que entrevistarme con algunos de los asistentes. La verdad me vi renuante ante tal tarea... había no mucha gente, sino un re contra chinguísimo de gente. Empecé a bajar la escalinata de la glorieta para darme cuenta de lo triste y lamentable de la situación. Historias desgarradoras donde familiares pedían siquiera el cuerpo de su familiar. Cuántas historias de asaltos, de robos. Una vibra de miedo terrible.
Les contaría de mis entrevistas pero la neta naaah. Luego las subo a alguna página por si les interesan.
Recorrí toda esa larga avenida, mientras escuchaba consignas de México quiere paz. Se estremeció ese Paseo, donde desde la banqueta observaban aquellas estatuas de nuestros héroes que con su sangre nos concedieron la libertad de la que ahora hemos sido despojados por la inseguridad, con aplausos que retumbaban en el corazón de los manifestantes.
Mientras iba yo en la pendeja pensando en con quién chingados me podría entrevistar... Me di cuenta de algo que era maravilloso. Lo mismo veías a una señora que lo más probable era que de su trabajo de (inserta aquí el oficio o trabajo que quieras donde te paguen una madre de salario), caminar junto al señor que venía de jugar golf con su amigo mientras hablaban de sus próximas vacaciones en Suiza.
Ojos claros... (No, no les cantaré una rola de Ely Guerra) piel cobriza se fusionaban en ese reclamo. Y entre tanta gente caminaba Egda Akuauhtzin (que me perdone Quetzalcoatl si está mal escrito y juro corregirlo en cuanto mi má me dé las hojas que me obsequió la señora *Ya está corregido) quien me habló de la cosmogonía azteca, del cambio de sol y me dijo que estamos despertando del letargo en el que vivimos.
Recorrí toda esa larga avenida, mientras escuchaba consignas de México quiere paz. Se estremeció ese Paseo, donde desde la banqueta observaban aquellas estatuas de nuestros héroes que con su sangre nos concedieron la libertad de la que ahora hemos sido despojados por la inseguridad, con aplausos que retumbaban en el corazón de los manifestantes.
Mientras iba yo en la pendeja pensando en con quién chingados me podría entrevistar... Me di cuenta de algo que era maravilloso. Lo mismo veías a una señora que lo más probable era que de su trabajo de (inserta aquí el oficio o trabajo que quieras donde te paguen una madre de salario), caminar junto al señor que venía de jugar golf con su amigo mientras hablaban de sus próximas vacaciones en Suiza.
Ojos claros... (No, no les cantaré una rola de Ely Guerra) piel cobriza se fusionaban en ese reclamo. Y entre tanta gente caminaba Egda Akuauhtzin (que me perdone Quetzalcoatl si está mal escrito y juro corregirlo en cuanto mi má me dé las hojas que me obsequió la señora *Ya está corregido) quien me habló de la cosmogonía azteca, del cambio de sol y me dijo que estamos despertando del letargo en el que vivimos.
En eso como que mi mundo se volvió a aclarar (es que de vez en vez pasa) y mis debraies mentales resurgieron en mi mente... los mayas, el 2012, el cambio de sol, Mariela San y yo pensando en el fin de los tiempos... Total que despejé mi mente un segundo de tanto pensamiento y llegué con Pato.
Caminé con ella hablando de todo. Que si esto, que si aquello, que la manga del muerto... que si la verga de ocho patas. En eso después de tanto caminar... teníamos que ir al baño. Como ya íbamos a llegar a Bellas Artes y Pato se tenía que ir, caminamos hasta el sangrons de los azulejos.
Si han entrado, seguramente recordarán que los baños están en el descanso de las escaleras que están por el restaurant. Sí, pero ese día habilitaron esos baños para las damas y mujeres. Entonces... el de los hombres fue el baño de personal que se encuentra en el último piso. Sí, el último piso pero del lado de las bodegas, la cocina y demás.
Ni qué decir que había una fila tremenda. Esperé y mientras platicabamos con el velador, quien nos contaba que por las noches tocan el piano, o gritan por todo el inmueble. Pasé al baño y se me ocurrió tomar este video (Sí, este video que todavía no he subido a Youtube).
Salimos del sangrons, me despedí de Pato y me dio un par de velas (porque el pendejísimo de mí olvidó llevar la suya). Encendí una y como se apagaba, le pedí a una señora la sostuviera mientras yo le hacía un cono de papel para que el aire no la apagara. Mejor me dio su veladora la señora.
Empecé a caminar con mi veladora, mientras se escuchaban las campanas de la Catedral repicar por todo el centro histórico. Avancé y por la calle seguían escuchándose consignas de Si no pueden, váyanse. El flujo de gente era enorme, sobre todo porque la gente que ya había llegado al Zócalo para depositar su vela regresó caminando de la misma manera hasta la avenida Juárez.
Si han entrado, seguramente recordarán que los baños están en el descanso de las escaleras que están por el restaurant. Sí, pero ese día habilitaron esos baños para las damas y mujeres. Entonces... el de los hombres fue el baño de personal que se encuentra en el último piso. Sí, el último piso pero del lado de las bodegas, la cocina y demás.
Ni qué decir que había una fila tremenda. Esperé y mientras platicabamos con el velador, quien nos contaba que por las noches tocan el piano, o gritan por todo el inmueble. Pasé al baño y se me ocurrió tomar este video (Sí, este video que todavía no he subido a Youtube).
Salimos del sangrons, me despedí de Pato y me dio un par de velas (porque el pendejísimo de mí olvidó llevar la suya). Encendí una y como se apagaba, le pedí a una señora la sostuviera mientras yo le hacía un cono de papel para que el aire no la apagara. Mejor me dio su veladora la señora.
Empecé a caminar con mi veladora, mientras se escuchaban las campanas de la Catedral repicar por todo el centro histórico. Avancé y por la calle seguían escuchándose consignas de Si no pueden, váyanse. El flujo de gente era enorme, sobre todo porque la gente que ya había llegado al Zócalo para depositar su vela regresó caminando de la misma manera hasta la avenida Juárez.
La veladora, al igual que llegó a mis manos, la regalé. Prendí una de las velas que me dio Pato y caminé con lentitud pero rodeado de mucha gente hasta el Zócalo. Era impresionante como la gente encendía su vela con la vela de las demás personas (y digo impresionante porque pidan un encendedor y cuantas veces te dicen no tengo, no traigo; cuando acaban de prender un cigarrillo con él).
Deposité mi vela en la plancha del Zócalo y como muchas personas, traté de que las veladoras continuaran encendidas. Me entrevisté con diversas personas; desde una niña de ocho años que al prender las velas pensaba en que dios está pensando en nosotros, un niño de 12 años que no quiere que el país siga como va porque sería un mundo muy feo; hasta con un indigente al que finalmente abracé después de que me preguntó que qué es lo que creo yo, más les falta a los niños de la calle: Amor.
Deposité mi vela en la plancha del Zócalo y como muchas personas, traté de que las veladoras continuaran encendidas. Me entrevisté con diversas personas; desde una niña de ocho años que al prender las velas pensaba en que dios está pensando en nosotros, un niño de 12 años que no quiere que el país siga como va porque sería un mundo muy feo; hasta con un indigente al que finalmente abracé después de que me preguntó que qué es lo que creo yo, más les falta a los niños de la calle: Amor.
En eso... iba caminando con Ramón (porque sería mal pedo seguir llamándole indigente) cuando nos detuvimos a escuchar como alegaban y discutían diversas personas. Y sí estaban discutiendo, argumentando y defendiendo sus puntos de vista alrededor de distintos temas... gran ejemplo para los que "trabajan" en San Lázaro y en Xicoténcatl.
Mientras los escuchabamos... vi que pasó un chavo bastante lindo. Seguimos caminando, y en eso llegamos a donde estaba el chico en cuestión. Estaban contando un chiste cuando llega un chavito y me dice que si me puedo entrevistar con su amigo. Voy, me entrevisto con su amigo y regresé a decirle a la chava que si me contaba el chiste... Plan con maña. ¿Y?
Me quedé platicando con ellos y entrevistándome con varios, cuando Gaby le dice a Teté que hay que llevar un par de velas al ángel. ¿Por qué no? Lo que no nos imaginamos es que Teté fuera a gritar a viva voz Velas al ángel...y que la gente también lo pensara. Pues ¿Por qué no?
Todo porque el servicio de limpia del GDF estaba recogiéndolas y tirándolas porque al otro día había mitin del Peje. Maldito Peje.
Una señora puso su coche para llevar velas. Consiguieron bolsas... ¡Hasta un costal! y pues que nos vamos en taxi hasta el ángel. No pasaban de las 11 de la noche, cuando empezó a llegar más y más gente.
Llegó una chava del comité organizador de la marcha, América Alemán (juro que así se llama). Un reportero gráfico estuvo tomando fotos, en cuanto lo contacte y me mande la mía, la subo; Miguel Azu.
La esperanza de un México mejor iluminaba el ángel de la indepencia. Familias completas llegaron a encender velas... el colectivo Abejamaya (que todavía no tiene página, pero en cuanto la tenga les hago publicidad) estuvo amenizando un rato con un par de tambores que llevaban. Los automovilistas que circulaban por la glorieta pitaban en señal de apoyo.
Así nos dieron las tres de la mañana, en compañía de capitalinos, de mexicanos, de españoles.
Por cierto, casi lo olvido pero Manolo, el aficionado de la fiesta brava de los toros, el de los sombreros de la Plaza México; amigo de Alejandro Martí, encendió velas durante un buen rato con nosotros, pues no pudo llegar a la marcha.
La esperanza de un México mejor iluminaba el ángel de la indepencia. Familias completas llegaron a encender velas... el colectivo Abejamaya (que todavía no tiene página, pero en cuanto la tenga les hago publicidad) estuvo amenizando un rato con un par de tambores que llevaban. Los automovilistas que circulaban por la glorieta pitaban en señal de apoyo.
Así nos dieron las tres de la mañana, en compañía de capitalinos, de mexicanos, de españoles.
Por cierto, casi lo olvido pero Manolo, el aficionado de la fiesta brava de los toros, el de los sombreros de la Plaza México; amigo de Alejandro Martí, encendió velas durante un buen rato con nosotros, pues no pudo llegar a la marcha.
Obviamente... no dimos nota pero, para que conste:
Ana Karen Durán
Frida Lisette Villar
Damián Bazaldua
Mariam González de Bazaldua
Antonio
Lucila
Carlos
Martha
Mónica
Fernando
Claudio
Carlos
Luis Eduardo Godoy
Karen y Julio
Guadalupe Hernández
Arturo Cuenca
Rocío Montesiones
Jacobo Sarmiento
Kristina Guzmán
Bernardita
Carmen Olguín
Dennise Durán
María Esther Lugo
Oscar Galván
Christina Sotelo
Guillermo Ramírez
Juan Edgar
Luisa
Ezequiel
Diego Armando (no Maradona...)
Victor Enrique Cruz Niño
Areli la "Chochis"
Andrés
Jéssica Hernández
Ezequiel Sánchez
Raymundo Gabriel
Leticia Llamas
María José Gómez Huerta
Frida Lisette Villar
Damián Bazaldua
Mariam González de Bazaldua
Antonio
Lucila
Carlos
Martha
Mónica
Fernando
Claudio
Carlos
Luis Eduardo Godoy
Karen y Julio
Guadalupe Hernández
Arturo Cuenca
Rocío Montesiones
Jacobo Sarmiento
Kristina Guzmán
Bernardita
Carmen Olguín
Dennise Durán
María Esther Lugo
Oscar Galván
Christina Sotelo
Guillermo Ramírez
Juan Edgar
Luisa
Ezequiel
Diego Armando (no Maradona...)
Victor Enrique Cruz Niño
Areli la "Chochis"
Andrés
Jéssica Hernández
Ezequiel Sánchez
Raymundo Gabriel
Leticia Llamas
María José Gómez Huerta
Movida... la foto y la noche.
Vela tras vela...
Es el chavo que sólo se bajo del coche para prender su veladora
Y claro... los que comenzaron con semejante idea:
Daniela Hernández
Esther Taméz
Jose Luis Modragón
Abraham Ramírez
Gerardo Arellano
(y me falta una chava, pero no encuentro su nombre)
Esther Taméz
Jose Luis Modragón
Abraham Ramírez
Gerardo Arellano
(y me falta una chava, pero no encuentro su nombre)
Y los que estuvieron presentes y colaboraron pero no tengo sus nombres... y la gente que llegó, prendió veladoras y se retiró; al chavo que se bajó del auto, subió las escalinatas para dejar su veladora y se fue. A todos los que llevaron veladoras...
Gracias.
De más está decir que después me fui con los chavos que me regresé por el chiste (y el chavo guapo), a la Zona Rosa junto con un par de turistas rusas a tomarnos una chela.
Esto fue para mí la marcha Iluminemos México.
(Sin profundizar en el porqué y demás que pueden ver en este post [En cuanto lo escriba] en el Blog serio, que tratará cosas serias... de Daniel San, alias "El raro" y yo)
A los que asistieron y creyeron en la marcha. A los que creen, aunque no hayan asisitido (Como la má de la Winehouse que se subió a la azotea vestida de blanco con su veladora a cantar el himno), que México merece ser mejor; a los que cada día enfrentan la jornada sin miedo; a los que luchan por un país mejor para sus hijos; o a los que simplemente luchan... y a los que no tomé en cuenta al escribir esta entrada:
Gracias.
Y si eres de los que dan una mordida, compran con los ambulantes, no pagan impuestos:
¡Ya Concientiza!
Nota: Si llegaste hasta aquí, te agradezco que leas mi blog. Trataré de no escribir tanto de un solo jalón; pero a final de cuentas yo escribo, y tú... te chingas leyendo. No es cierto, pero quería decirlo.
(Seamos honestos, sí es así)
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