lunes, 12 de enero de 2009

¡Dios mío!

Les contaré un secreto.

Ayer, mientras dormía me avisaron que Dios estaba muriendo y que acababa de entrar en estado de coma. La noticia obviamente me impresionó y me dejó estupefacto en sueños. ¿Por qué estaría muriendo Dios? ¿Qué podría hacer por él?

Luego me puse a pensar en el mismo sueño... ¿Puede morir? ¿No eso de morir es de los mortales? Hasta donde yo sé no puede morir... ¡Ni sangre tiene! Y es que realmente no entendía.

Me puse triste en mi sueño. Y es que como bien dice Sabines Me encanta Dios; más después de que conmigo realmente se le pasó la mano y sí me rompió una pierna. Es uno de los pocos por los que lloraría su muerte: como mi abuelo, mi tía Chencha, y mi tía Chofis.

Y si moría... ¿Qué haríamos sin él? ¿Qué nos esperaba?

Desperté inquieto y no salí de mi cama hasta muy tarde. No compré y mucho menos leí el periódico hoy porque las noticias no tendrían sentido. Dios moría y nadie podía hacer nada. Después de pensarlo mucho salí de mi cama, tras acabarme el café que mi hermano me llevó. A final de cuentas sin Dios el mundo tendría que seguir.

Quería que lloviera, realmente desée que lloviera. Me sentía triste.

Tomé un baño, preparé pasta y parecía que nadie sabía que estaba muriendo. Prendí el televisor y no encontré una cobertura especial en los medios que estuviera al pendiente de su estado de salud. En la radio la música se transmitía como cualquier otro día.

Entonces decidí revisar mi mail. Tal vez mis amigos que viven del otro lado del océano estarían preocupados por lo que pasara sin Dios. No encontré ningún mail de ellos, pero encontré un mail muy extraño que no decía la hora a la que había sido enviado... y no tenía remitente alguno como si realmente no existiera.

Dudé un segundo en abrirlo porque no tenía asunto. ¿Sería un virus? ¿Sería una amenaza? Me decidí a abrirlo convencido de que no era nada de eso. Sólo decía "No me decepciones". No había más en él.

Horas después llegó mi má. Yo no había notado que estaba lloviendo. Entonces me volvió a asaltar la duda... ¿Llueve porque el cielo está de luto? ¿Son las lágrimas de Dios? No podía soportar la idea, de que realmente, Dios estuviera muriendo y yo no hiciera nada. Salí a la tienda a comprar cigarros y mientras caminaba por la calle obscura, el viento soplaba entre mis dedos; las gotas de lluvia corrían por mi cara, estaban frías.

Regresé convencido de que tenía que hacer algo. Mi hermano jugaba Wii sin ninguna preocupación; mi má veía una película. Abrí la ventana de la sala y me senté a beber una taza de café mientras veía cómo llovía. Me levanté por un encendedor y tomé una vela.

¿Serviría una plegaria elevada a Dios para que él no muriera? ¿No sería de imbéciles rezarle acaso? Dejé de pensar estupideces y prendí la vela... La tomé entre mis manos y le llamé por cuantos nombre sé que tiene... Yahvé (יהוה), Alá (اﷲ), Adonai (אֲדֹנָי), Jehová, ...

Entonces le pedí que no muriera... le dije que yo creía en él. Que no podía morir y dejarnos a todos aquí... sin él. Le recordé que él es el que cuida a todos los que amo, el que debe de velar por ellos las noches que yo duermo... Que él es el que bendice a todos cuantos conozco, a los que no he conocido todavía...

Le pedí que se siguiera encargando de lo que sea que él se encarge. Y creo que hice que recapacitara y decidiera no morir. Luego le supliqué algo que no puedo decirles porque quedamos que es un secreto entre él y yo... sólo les diré que le suplique por alguien en particular (y no es el peje, ni felipillo). Es una de las pocas súplicas que puedo decir en árabe.

Creo en ti, le murmuraba; mi vela se apagó de la nada.

Entonces la volví a prender y la dejé fuera de la ventana, para recordarle mis plegarias y mis súplicas. Supongo que arreglamos todo entre él y yo porque pese al viento la vela no se apagó hasta consumirse.

A final de cuentas, tal vez y sólo tal vez, sólo necesitabamos volver a creer el uno en el otro.

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